Durante treinta y tres años el Verbo de Dios puso su
tabernáculo entre nosotros. Así como en el tabernáculo del Antiguo Testamento
hubo abundancia y en el templo de Salomón hubo abundancia; también en el
ministerio de Jesús la hubo.
Él se fue al cielo. Antes de irse Él hablo una vez
más de construcción. No en vano era carpintero. Él dijo YO EDIFICARÉ MI IGLESIA. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, y cada
creyente es la habitación del Espíritu Santo.
Hoy se necesitan mayores recursos y tesoros más
grandes que los requeridos por el tabernáculo, el templo y el ministerio de
Jesús. No se trata ahora de construir un edificio lujoso o mantener ochenta y
dos predicadores.
La obra que se nos ha encomendado es IR a las naciones, Predicar a TODA
criatura.
Se necesitan imprentas gigantescas que están
produciendo Biblias en más de 2000 idiomas diferentes, se ocupan ejércitos de
traductores, de misioneros, cientos de miles de pastores y evangelistas.
Hay que establecer escuelas y hospitales, operar estaciones
de radio y televisión, hay que lanzar satélites al espacio para transmitir el
Evangelio a los países donde no permiten la entrada de obreros cristianos.
Hay que comprar
terrenos y vehículos, hay que
edificar lugares de reunión. Hay que grabar CDs
con música cristiana, hay que equipar oficinas, comprar
toneladas de papelería.
Se requieren
instrumentos musicales, bancas y materiales de enseñanza para niños y adultos. Se necesitan orfanatos y
comedores, hay que pagar espacios en la prensa y la
radio seculares: la lista es casi infinita.
La mente No renovada
se desanima ante la enormidad y el costo de la empresa.
La mente renovada
se alegra. Sabe que Dios nunca nos dará
una tarea tan grande sin darnos los recursos espirituales y materiales para llevarla a cabo.
Somos los
banqueros de Dios. Con nuestro trabajo,
nuestra profesión o nuestros negocios estamos extrayendo dinero del
mundo para extender el Reino de Dios.
Estamos despojando
a Egipto. Quizá su jefe, su
socio o su
cliente son ateos, o indiferentes o satanistas. Pero cada vez que recibimos de ellos un cheque, un billete o
una moneda; y lo invertimos en la
extensión del Evangelio, estamos logrando
que Satanás pague para su propia destrucción.
Él NO puede evitarlo. Es el sistema de Dios.
Funcionó para Israel en el Antiguo Testamento. Funcionó para
Jesús en el Nuevo Testamento. Funciona para nosotros cada
día.
La iglesia de Jesús es el negocio de Dios. Es la empresa más grande que hay en este planeta. Es la única en
que realmente vale la pena invertir.
Todos los bancos quebrarán
y las grandes empresas transnacionales
desaparecerán algún día, pero la Iglesia es eterna: El Señor la está edificando y las puertas del Hades nada pueden
hacer para detenerla.
Por eso Jesús dijo HACEOS
TESOROS EN EL CIELO, DONDE LA POLILLA NI EL ORÍN CORROMPEN, DONDE LADRONES NO
MINAN NI HURTAN (Mateo 6:20)
Cuando los
cristianos entiendan que ellos son los administradores del dinero de
Dios, y que la prioridad de Él es la extensión del Evangelio por todas las
naciones, entonces se cumplirá
nuevamente lo relatado en Éxodo 36:5 EL PUEBLO TRA E MUCHO MÁS DE LO QUE SE NECESITA PARA LA OBRA QUE
JEHOVÁ HA MANDADO QUE SE HAGA.
Alabado sea Dios! El
Señor ha mandado que alcancemos
al mundo entero con la Buena Noticia de la muerte y
resurrección de Jesús. Esa es la obra que Él nos ha enviado a hacer. Y antes de que Cristo regrese a la tierra
debemos de haberla cumplido (Mateo 24:14)
Eso quiere decir
que en los tiempos finales veremos un mover poderoso del Espíritu Santo desatando la generosidad del pueblo
de Dios.
Aquellos ministerios e iglesias que han
sido fieles aún cuando
tenían poco, que han sembrado en épocas de escasez y que han mantenido una visión grande y amplia, se convertirán en banqueros de Dios.
Recursos van a
llegar de las fuentes más inesperadas, porque Dios nunca ha dado a Su pueblo una visión sin
proveer los medios para llevarla a cabo.
Satanás ha usurpado lo que
no le pertenece. Jesús lo venció y despojó
en la cruz del Calvario.
Unos cuantos
cristianos con mentes sin renovar siguen creyendo que la riqueza es mala,
que la prosperidad los va a volver carnales.
Satanás se deleita con esta clase de teología porque mientras Usted no renueve su mente él lo va a
mantener a Usted, su familia, su ministerio y su iglesia luchando por
sobrevivir, sin poder planear ni hacer nada más grande y glorioso para la obra de Dios.
No se una al coro de los perdedores. El
oro, la plata y los bienes de esta tierra
tienen dueño, y no es
Satanás.
Escuche lo que dice el libro de
Apocalipsis, capítulo 5:11-12.
Allí leemos que los ángeles alrededor del trono, los seres vivientes, los
ancianos y millones de millones de voces gritaban a gran voz: EL CORDERO QUE FUE INMOLADO ES
DIGNO DE TOMAR EL PODER Y LAS RIQUEZAS.
Es a ese el coro
al que Usted debe sumar su voz.
Es posible ser
pobre y orgulloso. Se puede ser pobre y vivir carnalmente. Se puede ser
miserable y ser un pecador empedernido.
Lo que NO se
puede es ser pobre y manejar un canal de televisión cristiana. Lo que no se
puede es ser pobre e imprimir un millón de Biblias para bendecir a las naciones.
Lo que resulta
imposible es vivir arruinado y viajar al África
o a Groenlandia para predicar el Evangelio.
Las riquezas
pertenecen al Cordero. El no las ocupa allá
en el cielo. Allí tiene más que suficiente. Entonces Él quiere canalizarlas hasta sus hijos acá en la
tierra.
Renovemos nuestra
mente con la verdad. Practiquemos las leyes de la prosperidad y Egipto será despojado para llenar
nuestros graneros y los de la Iglesia.
Por Pacto Nuevo
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